Cuando nos hablan de improvisación en música, lo más probable es que imaginemos a músicos de jazz realizando interminables variaciones sobre estándards, pero lo cierto es que en todos los estilos de música se improvisa.
Los músicos siempre han dejado un tiempo para la improvisación. Podía ser nada más afinar, cuando empiezas a tocar algunas escalas para calentar y soltar dedos, juegas con acordes en la tonalidad del tema que vas a practicar, haces variaciones sobre las frases de la pieza para ir metiéndote en la armonía, hasta que puede que llegues a descubrir ideas interesantes. Hay preludios que nacieron así, en esos momentos jugando con las ideas de lo que vendría después, soltando los dedos y permitiendo a la mente vagar por la música sin una directriz fija.
También los llamados Caprichos, las Fantasías, los Divertimentos, son muchas veces producto de una forma de hacer música espontánea, distinta de la más pensada y concienzuda composición tradicional.
Así que en teoría podemos improvisar en cualquier estilo, simplemente deberíamos conocer características de ese estilo y nociones armónicas de lo que queremos construir. Y, aunque suene raro, la música barroca constituye a menudo una buena fuente de temas que pueden inspirarnos para improvisar.
Como ejemplo, voy a compartiros un tema muy conocido de Corelli, “La Folía”, una sencilla conocida y pieza inspirada en una danza portuguesa tradicional de la que ya hablé con ocasión de la versión que Lina Tur Bonet realizó de ella.
La Folía, con su estructura de tema con variaciones, constituye un ejemplo muy adecuado para practicar la improvisación. Sería la versión barroca de lo que en grupos de música moderna se suele llamar “rueda de acordes”, ciclos de acordes que se repiten y en el que en cada vuelta un instrumentista realiza un solo mientras el resto acompaña con la misma progresión armónica una y otra vez. Y esto no es que se me haya ocurrido a mí, es que cada vez hay más músicos que afrontan la interpretación de esta manera, teniendo a la partitura sólo como guía sobre la que dejarse llevar con lo que cada uno siente en ese momento.
En la siguiente actuación, el grupo Voices of Music hace una interpretación con ese espíritu, escuchadlo y luego lo comentamos.
La gestación de esta actuación es curiosa. Como se menciona en la información del vídeo, a cada intérprete se le dio solo una parte de bajo y una melodía simple, lo que constituye la estructura del baile de La Folía. La música, salvo la primera presentación de la melodía, fue improvisada, y cada actuación fue diferente. La violinista y directora del grupo, Alana Youssefian, con el violín barroco, mira a cada músico para indicar cuándo es su turno de tocar su solo. Además, cada solo se interpreta en un estilo diferente, y eso no es algo extraño u original: compositores barrocos como Telemann crearon suites que combinaban diferentes estilos de diferentes países.
El instrumento en el extremo izquierdo es un Kamancha. El Kamancha se toca en Eurasia y Oriente Medio, y tiene cuatro o cinco cuerdas afinadas de forma similar a un violín. Su intérprete, Imamyar Hasanov interpreta La Folía en el estilo tradicional de Azerbaiyán.
Alana y Laura Risk, la otra violinista, se relevan improvisando la melodía pero también improvisan un contrapunto. Además, la segunda vez que Imamyar, está tocando su solo, el chelista Bill Skeen introduce figuras de dobles cuerdas en el acompañamiento.
Para entender cómo se puede hacer esto hay que tener en cuenta principalmente dos factores:
- la tonalidad en la que está el tema
- la progresión de acordes.
Pero lo primero os voy a dejar la versión en partitura, para que os familiaricéis con las variaciones compuestas por Corelli:
Para improvisar, lo que nos interesa son los dos factores que he comentado. Por un lado, la pieza está en Re menor, de modo que la escala principal que utilizaremos será esta: