Este verano les he hablado de la historia de amor explícitamente contada con más intensidad a través de la música. Pero si analizamos las partituras escritas por los grandes compositores, es fascinante profundizar en sus corazones y comprender que las historias de amor, tengan o no un final feliz, son una descomunal fuente de sincera creatividad.
Uno de los músicos que sufrió por amor fue Robert Schumann (1810-1856). Siendo un joven de 28 años se traslada a la Universidad de Leipzig y allí recibe clases de piano de Fiedrich Wieck. En la casa de su profesor corretea una niña de tan sólo 9 años, su hija Clara, la que se va iba convertir en el amor de su vida. Durante el periodo que Schumann fue tutelado por Wieck, llevaba una vida destartalada con un consumo de alcohol desmesurado y relaciones personales promiscuas, que le contagiaron la sífilis. Además, tenía problemas de movilidad de los dedos de la mano derecha, que seguramente eran debidos a una distonía focal sin diagnosticar, lo que llevó al músico a pensar que se había autolesionado al ejercitar sus dedos con un extraño aparato.
No es de extrañar el enfado de Wieck cuando descubre que Robert con 25 años y Clara con 17 están enamorados. No podía consentir que su hija se casara con un músico mediocre y borracho a sus ojos. Por ello, intentó por todos los medios separarlos, hasta llegar a poner una denuncia formal que llevó a Schumann a ingresar en la cárcel durante casi tres semanas. Finalmente, los jóvenes enamorados consiguen casarse en 1940 tras acudir a la Corte de Apelación.
Pero, ¿qué importancia tuvo esta historia de amor en la carrera de Schumann?. Para el compositor alemán, escribir obras para piano era la única forma de expresar su amor a Clara, que era mejor pianista que él y podría revivir sus sentimientos interpretando su música al teclado. Podríamos decir que la pareja mantuvo una relación epistolar a través de las notas de las partituras.
La programación del Auditorio de Murcia abre con el Concierto para piano en La menor opus 54 de Schumann. Fue considerado por Anton Rubistein como la obra maestra para piano y no es una exageración, porque es una composición romántica que engancha al oyente nota por nota, desde la primera hasta la última. Aunque fue dedicado a su amigo compositor y pianista Ferdinand von Hiller, el primer movimiento de este concierto Allegro affettuoso nace a partir de la Fantasía para piano y orquesta escrita para su amada Clara. Posteriormente, Schumann añadió el Intermezzo y Finale, de manera que crean una perfecta unidad temática, lo que para el maestro era crucial.
El primer movimiento contiene un segundo tema en Do mayor que es una variación de un interesante fragmento de cinco notas con el que Schumann ideaba la imagen de su amada. El concierto se estrenó en Leipzig el 1 de enero de 1846 con Clara Wieck sentada al piano, que en cada uno de los tres movimientos expresó con su talento, cada una de las frases de amor que sólo ella pudo comprender del todo.
El programa se completa con la Sexta Sinfonía de Chaikovski, la Patética, de la que hemos hablado en otras ocasiones en Música Inesperada y donde el compositor no deja ningún compás sin su característica e insoportable carga emotiva.
Domingo 29 de septiembre, 20 horas. Concierto para piano de Schumann y Sexta sinfonía de Chaikovski. Orquesta Sinfónica Camera Musicae, Judith Jáuregui (piano), Tomás Grau (dirección).