Creación reconocible | Música inesperada

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Siempre me he preguntado que pasa por la cabeza de un compositor cuando se le pide que escriba la banda sonora de una película. ¿A partir de dónde surgen las ideas musicales? ¿Qué técnica de composición emplea? ¿Cómo son las relaciones con el director de la película? ¿Qué hace con el material que no le gusta? 

Uno de los compositores más interesantes de nuestra región es el profesor y guitarrista Salvador Martínez García (1962) que estos días ha preparado con la OSRM un concierto de música de películas del director Juan Manuel Chumilla Carbajosa en las que ha escrito las partituras. En concreto,  ha compuesto las bandas sonoras de El agua de la vida (2008), Regreso al horizonte (2017) y El embrujo del Quijote (2018), además de colaborar haciendo una versión del Orfeo Negro de Antonio Carlos Jobim y Luiz Bonfá para oboe y cuerdas en el unmaking de El infierno prometido.

Desde el instante en el que Martínez García recibe el encargo de componer para cine, esto se convierte para él en un reto intelectual y emocional en toda regla: “Es una lucha de ti mismo contra ti mismo”. Este guitarrista se define como un compositor armónico de manera que las melodías surgen del entramado polifónico que hay por debajo.

Para Salvador, Chumilla Carbajosa es un director diferente al resto: “Normalmente, en el cine está todo impuesto por lo que dice el guión. Con la película terminada, me dan toda la información que necesito y el tiempo exacto de música. Podemos decir que la música es el último eslabón. Con Chumilla el trabajo es a la inversa y es una suerte cuando me acerco a lo que él quiere, porque significa que le gusta el color emocional de lo que propongo”.

El compositor nos explica que Chumilla no es un director al uso ni comercial, ya que viene del realismo italiano propio de Fellini: “A veces ocurre que elige fragmentos de música que yo había pensado poner en otros sitios de la película. A él le gusta el encuentro casual de música con imagen y lo cambia todo. Pero la cosa va bien, porque cuenta con material musical terminado y consigue momentos muy felices”.

Los orígenes artísticos de Salvador se sitúan en las vanguardias extremas y el dodecafonismo, de manera que comparte la idea de Stravinsky de que la música no significa nada fuera de sí misma. Por ello, para componer bandas sonoras tiene que echar mano de otros recursos muy distintos que le permitan crear cosas nuevas que al tiempo gusten al público: “Una banda sonora es buena cuando cumple su objetivo, pero para mí es mejor cuando tengo la percepción de que me reconozco en ella. El hecho de que le guste al público no es determinante aunque me agrade. A pesar de que mis melodías pueda cantarlas el oyente, me atrae mucho sorprenderle con cosas que no espera. No me gusta ser convencional, aunque a veces no tenga más remedio”.

En cuanto a las notas que envuelven las escenas con diálogos, Martínez opina que si un diálogo necesita música casi siempre es porque algo no funciona: “En estos casos, el director ya no puede volver a llamar a los protagonistas para rodar la escena y podríamos decir que los músicos tenemos que arreglar el asunto. Muchas veces, ante el temor de que la música pueda tapar el diálogo, recurrimos a melodías de fondo neutro, que no estorban ya que no requieren de carga emocional por parte del espectador”.

Con respecto a los fragmentos de música que no les gusta a director, Salvador reconoce que a veces los olvida al guardarlos en una carpeta del ordenador: “Antes, cuando escribía en libretas no pasaba esto porque todo lo tenía más a la vista. Hay que tener en cuanta de que al director le presento material que no está del todo terminado, de forma que si finalmente lo desestima, al menos no me haya supuesto un excesivo tiempo de trabajo”.

Para Salvador Martínez queda pendiente revisar y recuperar más de 73 bandas sonoras que ha compuesto hasta ahora para espectáculos teatrales: “Es música escénica que ha tenido un uso muy concreto y limitado en el tiempo pero que tiene mucho valor para mi porque en ella he sido yo mismo a lo largo del proceso de composición, sin cortapisas ni influencias del director o del guión”.

Es un placer dialogar al tiempo que se aprende de música con Salvador Martínez, un músico más armónico que melódico, que tiene una forma especial de escribir melodías con intervalos de sexta ascendente y de tritonos propios de su pasado vanguardista, pero que con la armonía que subyace, es capaz de mantener al oyente en alerta y, sobre todo, de invitarle a pensar.

 

Martes 25 de septiembre, 20:30 h. Concierto de música de películas del director Juan Manuel Chumilla Carbajosa. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia con música de Salvador Martínez y Miguel Franco. Entrada libre con invitación.

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