Hablando al futuro | Música inesperada

Llegamos al 2020, un año en el que celebramos el 250º aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven, el compositor por excelencia en toda la historia de la música. A pesar de lo difícil que es afirmar esto sobre cualquier maestro, nadie contradice al que lo considera como el número uno. Quizás por ello se eligió el 21 de junio, el día de su onomástica, para conmemorar el Día Europeo de la Música o que en 2002, la partitura original de su Novena Sinfonía fue considerada como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, todo un hito ya que se convirtió en la primera obra musical con esa consideración. Tal es la fuerza con la que irrumpe Beethoven en la Música que hace dos años, Bonn, su ciudad natal, propuso al propio músico como candidato a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

El lector se preguntará por qué se ha destacado a Beethoven frente a otros músicos del nivel de Bach, Haydn, Mozart, Schubert o Wagner. En palabras del director Wilhelm Furtwängler, él fue más exclusivamente músico que todos los demás, es decir, llevó la música tan dentro de su sangre, que todos sus postulados fueron puramente musicales, sin dar concesiones a lo que se basaba en melodías, dramas o textos.

El legado de Beethoven a la Humanidad es ingente, con grandes obras que podrían acompañar perfectamente al primer movimiento de su Quinta Sinfonía o a la Cavatina de su Cuarteto de cuerdas nº13, Opus 130, en el disco Los sonidos de la Tierra que transportan por el Universo las sondas espaciales Voyager. Las nueve sinfonías, la ópera Fidelio o la Misa Solemnis o la colección de cuartetos para cuerdas, son ejemplos de esta maestría en el arte de la composición.

Uno de los libros más interesantes y mejor escritos sobre música de cámara es El cuarteto de cuerda. Laboratorio para una sociedad ilustrada de Cibrán Sierra. En la sección que dedica a Beethoven, nos descubre los motivos de su elevada consideración como compositor que hablaba al futuro.

Los cuartetos de cuerda del maestro alemán se dividen en tres grupos que se corresponden cronológicamente con los periodos creativos de su carrera profesional. En el primer grupo tenemos el cuaderno de seis cuartetos Opus 18, que fue un encargo del príncipe Lobkowitz cuando Beethoven tenía veintiocho años. En estas joyas de la música de cámara, el maestro nos sorprende con dinámicas extremas entre el forte y el piano, con desplazamientos del acento en cada compás, con un tratamiento muy elaborado de los temas musicales y con un protagonismo de una de las cuatro voces sobre las demás, entre otras cosas, como bien explica Sierra.

En el segundo periodo tendríamos los tres cuartetos Opus 59 Razumovsky, el cuarteto Opus 74 Las arpas y el cuarteto Opus 75 Serioso. Los tres primeros supusieron una auténtica revolución en el mundo de la música de cámara al incrementar la duración de sus movimientos, al aumentar la dificultad técnica y cambiar la estructura de los mismos. Aunque todo esto Cibrán Sierra lo justifica muy bien en su libro, les destacaré lo más significativo de esta revolución beethoveniana. A diferencia de la música escrita hasta ese momento para las cuatro voces del cuarteto, Beethoven reparte el tema de una misma melodía entre los instrumentos, de forma que el que la comienza no es el mismo que la termina, sino que ésta es transportada entre ellos. Por otro lado, dentro de lo que se llama la arquitectura musical de la partitura, el compositor introduce amplios puentes para conectar temas, otros temas que se oyen por primera vez en el desarrollo o grandes fragmentos a modo de coda, lo que dificultaba (y lo sigue haciendo) la comprensión por parte del público.

Se dice que Beethoven escribió en sus cuartetos toda la música que podríamos imaginar en el futuro. Esta aseveración sigue siendo hoy día válida especialmente si la aplicamos a los cuartetos compuestos en los dos últimos años de su vida, los Opus 127, 130, 131, 132 y135. Sierra los describe como obras enigmáticas escritas para un público inexistente o ideal y lo argumenta en la originalidad con la que Beethoven transgrede todas las normas del Clasicismo: duración monumental, estructuras de entre cinco y siete movimientos (sin interrupciones  en el Opus 131, con los problemas de afinación que surgen en los instrumentos de cuerda) y la riqueza excéntrica de ciertos movimientos, que hacen que se consideren hoy día como obras desconcertantes y eternamente contemporáneas.

Les deseo a todos un Feliz Año Beethoven, lleno de salud tanto general como auditiva para que puedan disfrutar de la maravillosa música de Don Luis.

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