Hay profesores que nunca se olvidan. Unas veces, porque nos enseñaron con maestría para que lo sembrado germine, se desarrolle y perdure con firmeza. En otras ocasiones, porque vimos cómo educaron a nuestros hijos aunando rigor con cariño, exigencias con recompensas, formación con evaluación, para que, ante nuestros ojos, se produjera el mágico logo de un objetivo. Hay una tercera categoría de profesores que impulsados por su vocación y entusiasmo, extienden su iniciativa docente a cada una de las horas del día. Para ellos, cada minuto es una oportunidad de compartir conocimientos y experiencias y tan sólo con ello, ya se ven remunerados.
Recuerdo con emoción la historia de un padre que animó a su hijo a ir al conservatorio para aprender música y poder disfrutarla siempre. El chaval mostró facilidad durante los primeros meses de estudio con la viola, quizás tanta que le costaba tener que repetir una y otra vez las obras que su profesor le iba programando.
Una fría noche, al recogerlo del conservatorio, se sorprendió cuando su hijo le dijo que el profesor le había regalado dos entradas para un concierto en el Auditorio de Murcia. Cada uno de sus compañeros del aula de viola habían recibido sendas invitaciones para que pudiesen asistir acompañados a un concierto en directo, donde el profesor, miembro de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, interpretaba un programa de música clásica.
El padre, sorprendido por el gesto y al tiempo satisfecho de saber que su vástago estaba en manos de un buen profesor, no tardó en acudir al aula para agradecerle el gesto. Necesitó intercambiar pocas frases para comprobar que era una persona con devoción por la música y con avidez de compartirla. En poco tiempo, ambos se reconocieron como melómanos y comenzaron a intercambiar partituras y grabaciones de música clásica.
Una tarde, con un café por medio, el profesor le explicaba lo importante que es contar con un buen director en la orquesta y cómo era el trabajo de los músicos en la preparación de un concierto. El próximo programa de la orquesta era la Novena Sinfonía de Beethoven y ya habían recibido las partituras. Profesor y padre miraban con asombro la particella con las notas que el compositor de Bonn había escrito para violas junto a las anotaciones a lápiz que marcaban cómo iban los arcos y remarcaban las dinámicas.
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En un momento de la conversación, el padre confesó lo que le gustaría sentirse dentro de la masa orquestal durante un concierto, delante de un atril, tocando un instrumento, respirando con todos los músicos y siguiendo la mirada y los gestos del director. En definitiva, algo imposible para una persona sin conocimientos musicales a nivel profesional.
Días después, una llamada de móvil del profesor sobresaltaba la serenidad de una apacible mañana. Había hablado con el gerente y el director de la orquesta y habían aceptado que un invitado ectópico se sentara entre las violas en los ensayos de la sinfonía de Beethoven.
El padre del alumno era el que escribe estas líneas y el profesor era Joaquín Toledo Espallardo, docente del Conservatorio Profesional de Murcia y miembro de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. Ese inolvidable día abrió un mundo nuevo para mí. Desde entonces, han sido muchos los ensayos en los que los músicos de nuestra orquesta me han mostrado su cordialidad y complicidad al tiempo que me han hecho sentirme como en familia.
Meses después, una grave enfermedad se llevó a Joaquín, este gran hombre del que les hablo, aunque su recuerdo sigue vivo entre sus compañeros, alumnos y amigos que desde enero de 2007, participan en un concierto homenaje que se celebra en torno al aniversario del nacimiento de Mozart.
Nunca tendré el suficiente nivel como clarinetista para tocar en una orquesta profesional, pero cada año preparo una pieza musical para tocarla en público y homenajear a un profesor impecable y mejor persona.
A lo largo del tiempo, el homenaje se ha extendido a otros profesores que hombro con hombro, interpretaron su mejor música dentro de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia y que tristemente se marcharon antes de tiempo. Son Sadvacas Tinibaev, José Antonio Arce y Andrés Vidal.
Mañana dan mal tiempo. Sean prudentes si quieren venir al concierto Con el músico amigo. A pesar de las condiciones climáticas, iré con mi clarinete si Dios quiere. Me faltan cuatro gigantes a los que considero mis hermanos.
Lunes 20 de enero, 20h. Concierto homenaje Con el músico amigo. Música de distintos compositores interpretada por músicos de la OSRM, profesores y alumnos de los conservatorios de Murcia y amateurs. Entrada libre hasta completar aforo.