Uno de los compositores con más firmes principios y mayor tenacidad fue Beethoven, pese a las adversidades que sufrió en vida y a la pérdida auditiva progresiva que amenazó su existencia. La defensa de la libertad como elemento clave en el destino del hombre está presente en muchas de sus obras, siendo la ópera Fidelio la más significativa en este sentido. Pero el maestro alemán, también vertió parte de su personalidad en los cuartetos de cuerda y en las nueve sinfonías.
Mañana sábado se cumplen 30 años de la caída de muro de Berlín, una construcción de 155 kilómetros que separó durante mucho tiempo las dos Alemanias hasta el punto que sus habitantes perdieron la esperanza del reencuentro.
Seis semanas después de esta efeméride, el director y compositor norteamiericano Leonard Bernstein entró en escena para liderar un concierto especial para celebrar que Alemania viviría la Navidad más fraternal de los últimos veintiocho años.
El lugar elegido fue el Konzerthaus del antiguo Teatro Real, donde se convocaron a músicos procedentes de Alemania Oriental y Occidental, de Estados Unidos, de Gran Bretaña, de Francia y de la Unión Soviética, los cuatro aliados victoriosos de la Segunda Guerra Mundial responsables del gobierno de Berlín. Los coros de la Radio de Baviera, del Radio Coro del Berlín Oriental y del gran coro infantil de la Filarmónica de Dresde, acompañaron al cuarteto vocal compuesto por la soprano June Anderson, la mezzo Sarah Walker, el tenor Klaus König y el bajo Jan-Hendrik Rootering.
Había que seleccionar una partitura que representara el espíritu de hermandad y el sentimiento de libertad, por lo que Bernstein, quizás siguiendo la verdadera intención de Friedrich Schiller, eligió la Novena Sinfonía de Beethoven, para transformar la “Oda a la Alegría” por un canto a la libertad, sustituyendo la palabra Freude por Freiheit.
Ese cambio tan sutil en apariencia tuvo una relevancia tremenda. Las personas que no consiguieron entrada para este histórico concierto, lo siguieron masivamente desde las pantallas gigantes instaladas en la calle a pesar de las inclemencias del clima invernal berlinés.
El regalo de Navidad del año 1989 que contenía el espíritu de Beethoven, fue la Libertad más luminosa que podrían imaginar unos alemanes emocionados ante el centenar de voces que gritaron al unísono “Freiheit” guiadas por la apasionada batuta de Bernstein. “La Oda a la Libertad” que esa mañana cantaron los solistas y coros de la Novena Sinfonía, no dejaba ninguna duda de que el poema de Schiller fue concebido inicialmente como una loa a la Libertad, aunque después, y de forma ingeniosa lo enfocase hacia la Alegría, en un intento de no incomodar a las autoridades de la época.
El concierto tuvo gran repercusión al ser transmitido a más de 20 países vía satélite y el gobierno alemán condecoró a Leonard Bernstein con la Estrella de la Amistad de los Pueblos. En la ciudad, cientos de miles de berlineses pasaron libremente a través del muro, siguiendo el camino trazado por la música de Beethoven hacia la Libertad.