La mirada cromática (I) | Música inesperada

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El verano que compré mi primer album de la ópera Tristán e Isolda de Richard Wagner, descubrí nuevas sensaciones en una música agitadora hasta lo insoportable. Aprovechando que este año escucharemos en el Auditorio de Murcia el Preludio y el Liebestod (Canto de muerte) con el que comienza y finaliza esta colosal obra, trataré de contarles algunos de los secretos que encierra esta partitura.

¿Por qué Wagner lleva el Romanticismo a su máxima expresión en la segunda mitad del siglo XIX? Es una cuestión difícil de contestar con palabras, pero para el lector que quiera iniciarse en el mundo de Don Ricardo les diré que todo se concentra en su concepción del drama musical como obra de arte total.  

Para el compositor, siguiendo los preceptos de la Grecia Antigua, un drama musical debía abarcar todos los elementos dramáticos, poéticos, decorativos y musicales de forma que lo representado en escena debe ser escuchado, visualizado y sentido al mismo tiempo. El poder de la orquesta otorga a la melodía suficiente continuidad hasta hacerla infinita. Por tanto, con Wagner desaparece la segmentación de la ópera en fragmentos recitados o cantados para lograr la unidad a través del cromatismo, el solapamiento contrapuntístico y la ambiguedad tonal. 

Una de las óperas más wagnerianas es Tristán e Isolda que, en palabras de su creador, era la realización total de sus metas artísticas. Cada uno de sus tres actos tienen unidad en sí mismos merced a la melodía ininterrumpida donde se suceden frases y elementos temáticos. Precisamente estos elementos temáticos o Leitmotives son fragmentos musicales fundamentales para entender la obra de Wagner, ya que están vinculados a una idea dramática y sirven para evocar a personas, situaciones, emociones u objetos, entre otros.

Tristán e Isolda nos sitúa en la Edad Media, donde tiene lugar en una historia de amor sin límite y sin sujeciones morales ni sociales, y cuya única escapatoria es a través de la muerte. En palabras de Hans von Bülow, el director que estrenó la ópera en Munich en 1865, “nadie se esperaba que Wagner compusiera este tipo de música”. Otro músico destacado, el pianista Glenn Gould, cuando escuchaba la obra no podía evitar que un escalofrío le recorriera la espalda y se le pusiera un nudo en la garganta.

Si se animan, en el próximo post comenzaremos a analizar el Preludio de Tristán e Isolda. Les aseguro que desde los primeros veinte compases uno se queda enganchado para siempre.

…continuará…

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