Carlos Escobar
| 30-09-2016 | 17:05
Los grandes fosos de ópera se suman a la celebración del 400 aniversario de Cervantes y Shakespeare. Si hace unos días el Teatro Real de Madrid representaba Otello de Verdi, el Liceu de Barcelona programa Macbeth, el otro gran drama del italiano.
A pesar de que Macbeth no es una de las óperas más famosas de Verdi, pero contiene todos los elementos para que el oyente disfrute del mágico mundo de este mágico mundo con intensidad y pasión. Los dos personajes principales, Macbeth y su mujer, los que acaparan la carga psicológica de la obra y hoy nos centraremos en el papel de soprano de Lady Macbeth, un rol muy interesante desde el punto de vista dramático y musical.
En la segunda escena del cuarto acto de la ópera, la mujer de Macbeth, presa de un intenso remordimiento, sufre con especial angustia el imaginar que tiene las manos impregnadas con la sangre del rey asesinado junto a su esposo. A pesar de que intenta limpiar estas manchas imaginadas, no lo consigue al tiempo que deambula por las habitaciones de su castillo en la famosa escena del insomnio (ver video adjunto con la soprano Shirley Verrett).
Verdi no quería para esta escena una soprano espectacular, sino una mujer con voz aspera, sofocada y sombría que empastase con la atmósfera nocturna del instante. En efecto, Lady Macbeth, desde el punto de vista dramático tiene que ser muy poco expresiva para mostrarse desconectada de la realidad y sumida en una desesperada culpabilidad. Desde el punto de vista musical, la soprano debe cantar de una manera sencilla en apariencia, pero alcanzar con naturalidad y en pianissimo un re bemol sobreañado en un fin di voce.
El compositor italiano escribe la partitura de Macbeth con una idea muy clara de lo que quiere de la soprano, que no es otra cosa que transmitir al público con total credibilidad lo sombrío que es su estado interior.