El hundimiento del Titanic es uno de los sucesos más míticos, trágicos y evocadores de la historia occidental, hasta convertirse prácticamente en un lugar común usado para contar hecatombes y desgracias de magnitud tal que ningún superlativo alcanza a expresar. Por eso ha sido fuente de inspiración para artistas de todo tipo, escritores, cineastas, músicos…
Y es que la historia del Titanic, más allá de su carácter dramático, es una fuente de imágenes e historias conmovedoras, imposibles de olvidar.
Y como estamos en una web sobre música, no podemos dejar de hablar de la Orquesta del Titanic, y de la composición que inspiró e ilustra el artículo, una composición que nació a partir de la lectura de una declaración al New York Times del operador de telecomunicaciones del Titanic, Harold Bride, quien narra de primera mano la historia de la orquesta de cámara del barco interpretando una melodía cuando éste ya se encontraba con la proa hundida.
“La banda todavía estaba tocando. Supongo que todos se ahogaron. Estaban tocando “Songe d’Automne” en ese momento. Nadé con todas mis fuerzas. Estaría a unos 150 pies de distancia cuando el Titanic en su proa, con su cuarteto en cubierta, comenzó a hundirse, lentamente… la forma en que seguían tocando era algo tan noble… lo último que vi de la banda, cuando me encontraba flotando en en el mar con el salvavidas puesto, fue que continuaban en la cubierta tocando “Songe d’Automne“. No puedo imaginar cómo lo hicieron. Eso y la forma en que Phillips (el teleoperador mayor) seguía enviando mensajes después de que el Capitán le dijera que su vida era suya y cuidara de sí mismo, son las dos cosas que se destacan en mi mente sobre todo lo demás…”
Este testimonio es el que inspiró al compositor minimalista Gavin Bryars el germen de esta obra: Bryars imaginó como el sonido continuaría resonando a medida que desaparecía bajo la superficie. En 1993 Bryars escribió: “la música pasa por varios estados diferentes, lo que refleja un lento descenso implícito hacia el lecho oceánico que proporciona una gama de fenómenos de eco y deflexión, aliados a una considerable reducción de alta frecuencia”.
El trabajo se remonta a 1969, cuando Bryars escribió una pieza corta para una exposición en apoyo a unos estudiantes de arte en Portsmouth. Según el colectivo contemporáneo Art & Language, Bryars escribió una pieza corta que consistía inicialmente en una simple hoja de papel A4 con instrucciones escritas. Dichas instrucciones referían cómo debía sonar el trabajo y cómo podría crearse, pero no era una partitura musical tal como la entendemos.
Así que esta peculiar composición se habría quedado en esa mera idea abstracta si, en 1972, Victor Schonfield, organizador de una serie de conciertos llamado Music Now, no se hubiera empeñado en que se estrenara de forma ortodoxa junto con otras obras de Bryars. The Sinking Of The Titanic sería la pieza central del concierto, de modo que su creador tuvo que materializar una versión más tradicional, interpretable directamente en partitura, y para ello utilizó, entre otras, la vieja melodía Songe d’Automne, que el teleoperador de comunicaciones Harold Bride afirmaba haber escuchado a la banda del Titanic.
Desde entonces, esta obra abierta y experimental ha sido interpretada en numerosas ocasiones con diversas variaciones, con colaboraciones como la de John Adams o Brian Eno. La primera versión estaba definida para pequeña orquesta y cinta de audio, pero ha sido relaborada para incluir otros sonidos como cajas de efectos, o tocadiscos. Habitualmente además, se incluyen testimonios de supervivientes, señales de morse, diversos sonidos de maderas (fijaos en cómo, en el vídeo, los instrumentos de cuerda reproducen al principio todo tipo de sonidos que nos recuerdan a los barcos), o coros de niños.
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Además, en la versión de arriba, interpretada por una agrupación de cuerda más la participación de una percusión que nos recuerda el sonido de la campana de los barcos, se incluyen diversos efectos de sonido pregrabados, que interfieren con las dulces melodías de la cuerda creando una obra fantasmal, triste y algo perturbadora, en la que las diferentes capas de sonido producen veladuras distorsionadas al modo de los efectos del agua en los sonidos.
Es una música que me resulta muy sugestiva; quizás se alarga demasiado en una misma idea, pero creo que expresa de una forma directa y poderosa el triste drama que se vivió hace ya más de un siglo. Un drama en el que la música nunca dejó de sonar, como un pobre consuelo para aquellos que vieron venir la muerte hacia ellos, inesperada e inevitable.
La orquesta del Titanic ha tenido siempre un doble significado, según quién la utilizará como comparación: para algunos representa la frivolidad de quien continúa en sus placeres mientras el mundo alrededor se derrumba, al modo de Nerón, tocando mientras Roma arde; para otros, entre los que me incluyo, es más bien una imagen de dignidad ante la muerte, de amor a la música, de heroísmo al intentar calmar el terror que se cierne inevitable.
Lo que sabemos seguro es que la Orquesta del Titanic ya nunca más dejará de tocar.